Tengo que reconocer que odio los lunes.
Bueno, mi mala leche empieza a gestarse el domingo por la tarde, cuando tengo que hacerme la maleta y despedirme de mis padres.
Eso cuando no viene mi catador, porque cuando estoy con él no soporto verlo subir al autobús de vuelta a Madrid los domingos por la noche. Como a muchos os pasará, mis domingos están llenos de despedidas.
Ojalá algún día mis domingos no tengan un sabor amargo, sino más bien dulce, muuuuy dulce, y pueda disfrutar de ellos como se merecen.
Después es cierto que la semana pasa rápido, y en cuanto menos te lo esperas ya estás a mitad :)